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lunes, 10 de enero de 2022

El GIGANTE Enrique

 Quiere tener un amigo


Hacía ya muchisisísimos miles de años que los gigantes encargados de colocar los tejados dormían.

Enrique era uno de esos gigantes durmientes. Yace en la Sierra de huétor. 

Su envergadura es como la de un barco. Casi 1km de alto y 1/2 de ancho. Con tan sólo levantar el brazo colocaba los tejados de la aldea e instalaba puentes. La acequia que riega los campos que rodean su lecho la hizo toda en un día y con un sólo dedo. Con la misma facilidad que el agua entra en un castillo de arena de playa de un niño.

Es un grandullón muy trabajador y bonachón. Y también muy dormilón. Tras una comilona de frutas y verduras frescas del lugar: con las que le premiaron los aldeanos por su buen hacer y simpatía con todos…El Gigante Enrique se tumbó junto al pueblo. Se cubrió con una manta de bosque y desde entonces reposa allí.

El sueño del Gigante es muy profundo. No lo altera: ni los paseos de la gente, ni los ruidos ni nada de nada. Pero el 16 de enero del año 2022 se interrumpió por unos días.


El pequeño Miguel celebraba su cumpleaños ese día. Paseando con sus hermanos y sus primos junto a la cama de Enrique, pues es uno de sus lugares favoritos. Ese día llevaban las bicis y Miguel atravesó el camino a toda velocidad lo que le dio tiempo a volverse para recorrer el caminito hacia el nacimiento del río de nuevo para reencontrarse con todos.

Al frenar y girarse con la bicicleta, con el rabillo del ojo le pareció ver el movimiento de la montaña que era el GiGanTE ENrique. Alzó la vista para corroborar que había sido una imaginación suya pero no fue así. Al mirar directamente a la montaña vio perfectamente. Como Enrique se sentaba; bajándose la manta de árboles mientras lo miraba sonriente. Alzó un poco su brazo y cogió una nube que exprimió sobre su enorme boca.

Miguel soltó un ALA GIGANTE también y se le quedó la cara petrificada más de emoción que de susto pero parecía un esperpento, también por dentro.


Ambos se sonrieron y Miguel, ingenuo, comenzó a pedalear hacia sus primos y demás compañeros de paseo para contarle lo que le había pasado. Aunque aún no le había pasado nada y estaba por pasarle algo muy mágico.


Al llegar a la acequia Miguel estaba impresionado de seguir viendo al descomunal gigante cada vez más y más cerca y cuando llegó junto a él empezó a sentir que sus pedaladas le habían separado del camino e iba volando.

Enrique lo hacía levitar en su bicicleta hacia él. Entre dos de sus gigantescos lo sujetaba por la armadura de su bici hasta que lo posó sobre su mano como si de un juguete en miniatura se tratara.


Tras unos instantes en los que no dejaron de mirarse fijamente, Miguel dejó de gritar y Enrique saludó con un “hola” lo más pequeño que pudo soltar. Casi susurrando para no asustarlo más y le sonrió diciendo: ¡quiero ser tu amigo!.

El pequeño impresionado se secó las lágrimas y le contestó gritando:

¡VALE PUES PODEMOS SER AMIGOS!

A Enrique le hizo mucha gracia la facilidad de hacer amigos del niño.

Tras reírse le contó un poco su vida.

“Aunque yazca aquí durmiente siento muchas cosas en mis sueños. Así te presentí a ti Miguel. Me recuerdas mucho a otros Migueles. De otros tiempos; quizás tus antepasados… Tu nombre aguarda muchos siglos de bondad. Y esa energía tan poderosa y bonica me ha despertado porque soñaba con tener un amigo como tú.”


“A vale!l respondió Miguel: “ si, yo soy buen amigo, me gusta chinchar mucho… pero me gusta proteger a los pequeños y débiles.”

“ERES GENIAL MIGUEL!” Dijo Enrique tan emocionado que los pájaros se espantaron. 

Miguel se tambaleó sobre la mano de su nuevo amigo: del aliento de Enrique, y tuvo que cerrar los ojos muy fuertes y aferrarse a su bici.

Tras reírse ambos empezaron a escuchar los gritos de sus primos, titas y mami llamando a Miguel: Miguel! Donde estas? Estas bien?…

Rápido Enrique se despidió de Miguel: “ tengo que seguir durmiendo amigo”.

Jo! Noooo respondió Miguel: yo quería un saludaras a mis primos! A Mario y a Nicoletta les va a encantar conocerte!

Pero Enrique ya se había acurrucado con su manta y mientras bostezaba y lo dejaba en el suelo con su bicicleta le susurró. “ Tiene que ser nuestro secreto. Si no la gente vendrá a despertarme y necesito descansar muuuuucho más.” Y se quedo dormido de nuevo camuflado bajo su manta de sierra.


Miguel pedaleaba a toda velocidad hacia sus primos que no pararon de llamarlo hasta que lo vieron aparecer al coger el caminito junto a la acequia.

No os lo vais a creer! Gritaba Miguel emocionado…

Les contó a todos lo que le había pasado pero le dijeron que no se lo creían.

Miguel siempre siguió siendo amigo de Enrique y contando el día que se conocieron.