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viernes, 13 de febrero de 2015

Enamoraos del carnaval

"Mi obsesión no es normal, que yo mismo me a sombro...
y llego tarde a trabajar...

El carnaval es un velero y no tiene remedio,
el que entra no sale.

(Se les ponen los pelos de punta con los pitos)
*Muero con febrero
que yo soy carnavalero y solo espero si me muero... que sea con un pito clavao en el pecho... pasodoble

Aunque algunas mujeres tienen más huevos que sus maríos..
El que no diga ole que se le seque la hiervabuena,
*Procuro olvidarte
El Love


El escudero de todas tus caídas... gestor del cuento de tu memoria.. 
y yo te quise sin escapatoria.... hoy por fin rompiste el llanto tu padre pa toa la vida!!

desde los cimientos hasta el techo; con el cariñito de estas manos
un estilo tan de caí como un patio de vecinos...
un día serán testigos de bailes de carnaval...
no habrá mejor resonancia que la que da este cajón...

y sigo mi costrucción

y yo jarto de currar no voy a cobrar ni un duro...

estos politiquillos y más vale que me calle

a dos pasitos del paraíso"

la construcción



Donde poeta es lo más honroso te pueden llamar...

"Como puedo sentirme de España si siento vergüenza de ser español,
Tango Los sudamericanos:.:

Pompom Popopom
Que te calles la lengua y te muerdas la boca...

Que le hace de tó
Si el amor es un soplo de vida?!...
y repartirse nuestra tierra; echarnos fuera..
y sudamérica invadieron entera (La maza-Silvio)

Mi pueblo unido jamás será vencido...

PIDIENDO LIBERTAD
el alma de este pueblo me enseñó a vivir; se evade
el corazón, se va, 
pasando el tiempo

Que las penas las conviertas en carnaval

domingo, 1 de febrero de 2015

Niña sirena y un poco tigre





Sirena, pirata, bruja y gitana. Hada como campanilla y también niña perdida. Astronauta y flor de otro planeta. Tenía ideas de mariposa y anatomía de libélula. Se sabía sombra de árbol y a la vez chispa de rayo de sol cegador.

Un caos. Bonico.

Era un tesoro escondido entre las cosas que no se quieren desear para que no se escapen.

Tenía fronteras de piel y escamas expuestas al viento. Los sentimientos los llevaba al aire. Oreaos. Estaba resbalosa, por sirena y llevaba tanta seda en la cabeza que se le escurrían muchos pensamientos y no conseguía abrazarlos. Como sus cosas; todas tan efímeras que sólo se podían intuir aún teniéndola enfrente.


Vivía de shock en shock. Mostraba síntomas; labios morados, pérdida del conocimiento, pulso rápido y débil, piel pálida y fría... Pero todos los detonantes eran leves.

La primera causa fue buena. No sabía como pero recordaba su vida en el barco pirata. allí tenía un amigo con pañuelo y parche en el ojo. De él había heredado lo peligroso y no por el parche ni por las calaveras sino por quedarse en los huesos y tener sólo media mirada.

Era extraño como no tenía consciencia de dejarse llevar por el pirata y su vida comenzaba la primera vez que se había sentido sola. Antes parecía no haber nada. Le quedaban piedras preciosas, de todos los colores, collares, oro, plata, una isla, un barco, un loro,  lo tenía todo, menos lo único que deseaba.

Algo pasó en su cabecita llena de telas de seda de mariposa, alguna idea se hizo bicho allí y se quedó pegada. Era una tristeza. al barco le creció otro reloj de arena inmóvil. La sirena civilizada en las cosas del pirata no había sentido por sí sola hasta entonces; y no le gustaba. Pero ella no sabía que le ocurría. Paseaba por su isla con su loro en el hombro como si nada pero si algo. Su amigo le había dicho que a lo mejor en algún momento desaparecería y ella sería libre pero aún no lo entendía.

Trepaba a por cocos y plátanos como nunca antes se atrevía; estaban ricos pero no le sabían bien.
Era un ser normal en aquellas circunstancias aunque en cualquier otro lugar o momento pudiese parecer  sólo un bicho raro.


El tiempo para la sirena llevaba el mismo ritmo que las mareas y ahora la luna parecía no salir nunca. Las olas no llegaban a romper contra la arena. Donde antes solo miraba horizontes ahora sólo quedaba una mirada dura, hacia su isla.

No tenía miedo a irse pero le aterraba no saber regresar.

Por eso volvió al mar. No como algo definitivo sino de visita. También le asustaba perderse en el fondo marino y dejaba caer piedras preciosas de colores a su nado para poder seguirlas de regreso a su isla-casa. (Piedrecita preciosa) Como si fuese la pulgarcita del mar. Llegó a sembrar un jardín de destellos de colores inmenso alrededor de la isla.

Una noche de sol, la luna llena se reflejaba en las piedras del fondo del mar de la sirena y como buen ombligo del cielo se sintió alagada y feliz porque consideró que aquel espectáculo era en su honor.
Las estrellas que eran muy buenas amiguitas de la niña bruja se sintieron desplazadas y decidieron fijarse más en aquel ser que plantaba piedras preciosas.

A partir de aquella luna las estrellas fugaces empezaron a jugar por los cielos de aquel espacio y la niña empezó a levantar la cabeza para mirar al cielo porque a veces se veían destellos de colores. Y la hadita empezó a confiar en las estrellas. Más aún que en las lunas.


Cuando cogió confianza en sus caminos de piedras preciosas y en sus estrellas fugaces de colores la sirena se hizo al fin al mar, cuál pirata...

Embarcó todos sus cofres de tesoros como munición para crear el camino de vuelta a su mundo. La producción de plátanos y cocos de su isla, su loro. Por último agarró la pesada ancla como pudo y fue enredándose el grillete en el cuerpo para subir al barco. Le costó mucho esfuerzo subir; cuando estuvo en madera firme tuvo la tentación de soltar el ancla y todos los hierros forjados que tanto le pesaban, pero recordó la silueta de su amigo pirata llevando todos aquellos hierros, con dulzura, justo a su sitio en la embarcación. Lo hizo igual en honor a su memoria y después subió las escalerillas al barco.

Casi no le quedaban fuerzas para hacer girar el timón. Después de empujar todo lo que podía decidió encaramarse entre dos de los radios de la rueda de madera e inclinarse hacia babor para ver si así vencía la oposición del barco. Lo consiguió. El timón comenzó a virar y ella terminó en el suelo del barco; agotada y riéndose a carcajadas. Cuando paró de reírse se hizo de nuevo el silencio a su alrededor. Aunque le había vuelto el sentido del oído al cuerpo. Era como si desde que se quedó sola en la isla no hubiese percibido el sonido de las olas rompiendo contra las rocas, ni el murmullo del agua acariciando suave la arena, ni los pájaros ni a su loro. Como si hubiese perdido el oído, como si se le hubiesen taponado las orejas hasta que cayó al suelo del barco.

Con tanto ajetreo estaba atardeciendo el día. La niña sirena sujetó el timón cuando vio que le daba la popa a su isla y recordó a su estrella favorita;  la más brillante y la que reflejaba más fuerte. Encaminó la embarcación en "rueda de la vía" y en la "borda de la estrella".

Acomodó todos sus víveres dentro del barco. Estaba un poco sucio, tan lleno de polvo y recuerdos que mareaba sólo el olor. La marea iba creciendo y los vaivenes de la nave cada vez eran mayores: la arena dentro de los relojes se movía de un lado a otro y uno de os cocos se escapó de su cofre, porque no estaba bien cerrado, y rodaba barco arriba y abajo.


La parte pirata de la niña estaba en paz. Se quedó dormida acunada por las olas y los ruidos de madera de la embarcación.

Los mismos ruidos que la habían incitado a dormirse la despertaron de repente. Quizás algún ruido sordo en cubierta que ya no escuchaba. Se desperezó y subió a la cubierta. Allí el barco galopaba sobre olas enormes que parecían bailar al son que se escuchaba. Entre el rugir de las olas se escuchaba una melodía. Una cancioncilla encantadora con letra en el idioma de las sirenas. 

La niña sirena no pudo evitar lanzarse al mar atraída por aquel sonido maravilloso. Al caer dentro del agua la música se hacía más intensa unos segundos pero al nadar en su busca se esparcía entre las ondas y desaparecía por completo. Subía al barco como podía y se lanzaba de nuevo para escuchar la melodía. Así unas cuantas veces hasta que rendida se quedó en el barco.


Estaba amaneciendo y la niña apenas había dormido unas horas. Desayunó agua de coco y se recostó de nuevo en su camastro. Durmió plácidamente todo el día. Sólo soñaba con cantos de sirena; sin miedos, protegida por su armazón pirata de madera.
Al atardecer se despertó, muy contenta, como nueva y se preparó un banquete tropical para recuperar fuerzas. Después de recoger su casita de madera y limpiar un poco subió a cubierta a mirar las estrellas.
Estaban todas, y la luna muy pequeña pero allí no eran de colores. Miró hacia popa buscando algún reflejo de colores de sus piedras pero el mar se fundía con las estrellas en el mismo color por todas partes. Con tanto trabajo había olvidado arrojar piedras preciosas para señalar el camino de vuelta a su isla. Confiába en las estrellas pero no tanto. Bajó corriendo y subió uno de los cofres de tesoros. Lo colocó en la popa y arrojó un gran puñado de piedras casi todas rosas y algunas amatistas moradas. Al alejarse un poco comprobó que se veía una lucecita reflejada en el cielo. Sabía que se haría invisible en un momento y un poco contrariada por si su plan no funcionaba separó las piedras en montones de colores y las arrojó al mar como último intento de hacer un sendero marino.

No quería pensar que fallara su barco, la asustaba, tenía muchas ganas de llegar no sabía donde y también le asustaba pensar en todo eso. La confusión no la dejaba escuchar pero las olas ya habían comenzado su particular baile y su barco danzaba al son del mar. La sirena se zambulló. Al caer bajo el agua los cantos de sirenas le estallaron en los oídos. Las intentó seguir de nuevo pero desaparecieron hasta que salió a la superficie. 

Estaba cansada de nuevo así que aquella noche decidió cenar en cubierta escuchando el concierto de las sirenas.

La noche se le pasó en un suspiro y en un pestañeo empezó a amanecer a la deriva. Al ponerse de pie la  niña bruja olió algo y dejo de mirar al cielo encaminando su mirada al horizonte. No era un horizonte. Parecía una isla muy grande. La niña no pudo evitar sentirse muy contenta y empezó a dar saltos y vueltas sobre un pie. Así nerviosa y excitada pisó el mundo por primera vez un rato después.

Dejó caer el ancla, cogió una bolsa llena de piedras de colores y echó a andar.

Había barcos pequeños en la orilla, niños jugando en la arena, casitas. Era todo tan normal como nuevo para la pirata. Miraba todo con cara de niña muy pequeña asombrada. Abría la boca casi a cada paso. Lo miraba todo como que era nueva en el mundo y todos a su alrededor la miraban como si fuese una forastera que era lo que era.

A los pocos pasos dejó caer una piedra de color morado pero al alejarse un poco vió como un niño fue corriendo y se la llevó: no le importó demasiado, tenía muchas más piedras y aún se veía su barco, pero entendió que allí tampoco iba a poder sembrar senderos de piedras y no tiró más.

Un poco más adelante encontró una niña como ella. La invitó a entrar a su casa. Vivía con otras niñas como ella pero no iguales iguales. Algunas eran niñas oso panda, otras niñas oso, niñas cocodrilo... pero la mayoría eran niñas tigresas blancas.






En la casa de aquellas niñas casi como ella; se sintió en casa. Cantaban y bailaban, comían frutas y luego recibían niños como ellas con los que cantaban y bailaban más.

Había niñas ciervo y niños camaleón que sabían cambiar de color. De las niñas cocodrilo aprendió a dejar soltar algunas lagrimillas y de toda su estancia allí se hizo más niña y más pirata. 
Empezó a echar de menos sus cosas.
Veía su barco e iba a menudo pero no era lo mismo. 
Echaba de menos la orilla de su isla, su cielo de estrellas de colores... el mar, estar sola con el mar.

Así que decidió volver a su casa-isla. 

Al recoger el ancla dejó caer un gran puñado de piedras preciosas, esta vez para verse alejar voluntariamente de sus colores y de esas cosas que había aprendido a amar; como a su pirata...

Puso "rueda a la vía" y "borda a la estrella" y se asomó a la popa hasta que la luz de sus piedrecitas desapareció en el horizonte.

Volvió a bañarse escuchando cantos de sirena, volvió a ser acunada por el mar mientras danzaba con su barco, a desayunar agua de coco y a dormir poco. hasta que una noche vio una lucecita de color morado que se iba haciendo más grande y de más colores a cada ola. Miró a su estrella favorita y ella también resplandecía en colores. Había llegado a casa.

Saltó y danzó sobre un pie un buen rato, hasta que llegó del todo y echó su ancla y se lanzó al mar y fue a abrazar una palmera cualquiera. Le gustó tanto la sensación de volver a verse en casa que decidió viajar mucho más; a visitar a sus amigas y quizás en otras direcciones.





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