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viernes, 20 de enero de 2012

Blue ilusions's factory

Había una vez, en un país muy lejano. Junto a uno de los límites de un planeta cuadrado.. en una ciudad diminuta habitada por trovadores, payasos, trapecistas y gente de circo.... un gran edificio azul. 

En lo más remoto de su historia se había dedicado a la fabricación de azulejos, vasijas y herramientas de colores. Con el paso del tiempo la fábrica se mudó a un edificio en las afueras y el mazacote de azulejos azul se puso en venta.

Poco después un gran magnate de la ilusión adquirió las cuatros plantas reformándolas para la nueva fábrica que ocuparía el edificio.

Una nube de neón gigante junto a una veleta con una varita de estrella, de dimensiones similares, coronaban el tejado. Del patio interior, emanaban chimeneas trasparentes para extraer los colores de las diferentes estancias... Se alzaban junto a enredaderas verdes en contraste con el color azul de paredes, solerías y por su puesto azulejos que adornaban toda la fábrica.

El primer piso se dedicaba, en esta nueva vida, a la formación de ilusionistas. En el segundo y tercer piso se encontraban la fábrica de ilusiones, su comercializadora y otra empresa dedicada a la fabricación y realización de sueños.

Los primeros años de andadura de la fábrica; las ilusiones se pusieron de moda y el edificio azul no 'daba a basto' a generar ilusionistas e ilusiones. Pronto todas las empresas querían contar con personal de la nueva profesión. La fábrica pronto comenzó a rentabilizar la figura del ilusionista a través de oportunidades de desarrollar la actividad 'ilusionadora' en empresas de la ciudad. 

Levi era el hijo de un trapecista y una bailarina. En su primer año en la fábrica de ilusiones decidió aprovechar al máximo cada oportunidad y en cada uno de sus 4 años como estudiante de ilusionista ejerció como tal en diferentes sectores de lo más variado. "Buscador de historias, editor de imaginaciones o coloreador de ilusiones son algunos de los trabajos que más me han gustado", explicaba Levia todo el que conocía...


Otra aprendiz de ilusionista, Lana: hija de trovador y payasa, también aprovechó la oportunidad de aprender a ser ilusionista en sus veranos y ratos libres. Incluso tras acabar la carrera continuó aceptando trabajos de ilusionista a pesar de estar mal pagados y salir mal parada de muchos. "El campo de las ilusiones económicas no me gustó demasiado pero la ingeniería de relatos, contar cuentos y dibujar pasiones me encanta", asegura la joven. 

Un duende llamado Alan también aprovechó al máximo su formación en el edificio azul. Complementó sus clases y participaciones laborales con cursos de todo tipo. Algunos tan prestigiosos y demandados como fotografía ilusionista, ingeniería de sueños imposibles, alquimista de magia o dibujante de emociones. "Lo más importante son las ilusiones, pero las diferentes especialidades son vitales para la continuidad de la ilusión en el planeta" explicaba Alan a una interesada periodista que, delante de las ruinas del edificio azul tomaba declaraciones a algunos de los que conformaban una multitud frente al humo de colores que aún desprendía la montaña de escombros...

Minn, una de las profesoras y prestigiosa ingeniera de sueños comentaba contrariada: "esto es una catástrofe, no sólo para la fábrica también para la ciudad. La explosión se ha debido al exceso de ilusiones ante la ausencia de consumo!!!"

Un payaso del vecindario llamado Jank contaba a la reportera: "señorita yo solo he visto una explosión de colores que parecía un espectáculo pirotécnico de magia, muy bonito todo, espero la siguiente función:)"

En directo la reportera contaba a la cámara: "Aquí todo es un caos, la fábrica de ilusiones azul ha explotado en un alarde de color, se rumorea que se han perdido todas las ilusiones de la ciudad y aún no hay datos del número de ilusionistas desaparecidos... como ven el humo inunda toda la cale y una gran multitud se agolpa frente a las ruinas del edificio..."(((Entra video de declaraciones...))

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