Powered By Blogger

viernes, 28 de junio de 2013

El Capitán y la niña del aire

Una vez fue una niña del aire que huía de un capitán del viento.
La niña era un golpe de viento ligero y cristalino como una nube. No se podía ver si no era a través del tacto, o de los objetos con los que tropezaba a su paso. Parecía ciega pero no lo era. Sólo cerraba los ojos para sentir por donde pasaba. La niña del aire se enamoraba de los bulanicos de colores que se entretenían jugando con ella. De los pétalos que bailaban con sus danzas, de las veletas y de los trapos colgados en las azoteas.

Le atraían las bolsas de chucherías de las calles y a veces se hacía remolíno con ellas para comer polvo de gusanitos y azúcar de golosinas.

La brisa de la niña era caliente y encelaba el corazón de lo que encontraba a su paso. Se la podía encontrar en la orilla de mares en calma jugueteando entre las gotas saladas de las olas y los granitos de arena...
Ventolera, que se llamaba la pequeña, andaba en voladas e iba cargada de corazones que se llevaba a su paso. Era capaz de desorientar veletas y correr por las calles con su buen amigo el aire.

Ventolera era presa de aire y de las circunstancias. Solo sabía volar por los aires, jugar con las velas de los barcos pequeños, bañarse en la espuma de las olas y huir de las corrientes marinas y de aire que la engullían axfixiandola hasta la muerte.

El Capitán de viento por su parte era de los que se rodean de aire fuerte. Autoproclamado libre por los cuatro 'costaos' era esclavo de compensar presiones de un lado para otro. Tenía un rosal para el solo donde tenía marcados los rumbos de su horizonte. La rosa de los vientos la llamaban y él que era corriente y solo sabía correr, cantar y soplar no entendía de olores, no podía apreciarla como suerte sino como desgracia.

El Capitán del viento iba cargado de promesas que barría y tormentos que le echaban a cuestas... Llevaba tanto peso que enfurecía hasta al mar cuando se le acercaba, las nubes temblaban al presentirlo y si tenían ganas hasta lloraban de pena por el peso que el Capitán tenía que soportar. Todos los que lo conocían le tenían más pena que miedo. Pero ni los nubarrones más gordos ni los océanos más pacíficos lo acunaban. El pobre capitán del viento llevaba unas ojeras por los talones siempre porque no había montaña ni playa que lo dejaran dormir a su vera.

El viento dejaba rastro de olor de donde venía. ël no podía saberlo porque no tenía ese sentido. Tampoco sabía cuando era caliente o frío pues siempre iba cargado e iría sudando. Hacía mucho ruido al chocar contra árboles, olas, barcos y demás objetos que encontraba a su paso; por eso estaba un poco sordo y no es que no escuchara, sino que nadie le hablaba porque creían que el no sabia oir.

El Capitán del Viento se sentía muy solo y vagaba cansado buscando alguien que se bebiera sus vientos para poder descansar tranquilo.


El Capitán del Viento no tenía corazón porque un buen día se lo robó la Ventolera. Desde entonces el se limitaba a seguirla por donde intuía, con su rosa de los vientos, que podría encontrarla.




Supongo que en algún momento ambos, Capitán de Viento y Ventolera, se acabaron encontrando.
Quizás una tarde naranja en la playa. Cuando no quedaba nadie más en la arena.
La Ventolera bailando con una sombrilla de paja y el Capitán del Viento sembrando recuerdos en dunas de playa. El le pediría que se lo llevara en volandas como solo ella sabía hacerlo. Y ella se excusaría diciendo que su cuerpecito pequeño no sería capaz de soportar tanto tormento.
El le pediría jugar con su pelo y ella diría que precisamente por los enredos llevaba tanto tiempo huyendo.





.........

No hay comentarios: