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martes, 6 de enero de 2015

Cuententos

                                             





                                "Érase que se era un barril sin tapadera"




Ërase que se fue un cangrejo que no andaba al revés.


Érase una vez un dragón al que le contaron que su fuego le salía del corazón. El dragón le cogió miedo a quemar por amor.

Érase una vez un niño que tenía la mecánica del corazón de canica....

Una niña con ramas de árbol, ....

Había una vez un charco esperando una gota concreta. (Didac)

Hubo una noche mágica en que camión de juguete durmió abrazado a un niño.

Había una vez una niña habitación de los juguetes.

Había una vez un elefante de circo.

Había una vez dos niños de correspondencia biunívoca. 


Hubo una vez un fuego cuyos rescoldos se avivaron y se propagaron incendio.

Hubo una vez un niño de ön



                              Había una vez un niño con la mecánica de un acordeón atrapada en el corazón.
Era difícil sacarle música. Funcionaba con aire que llevaba por dentro; era fácil asfixiarle el sonido. También tenía una especie de botones que se accionaban con los abrazos y en conjunto resultaba un armatoste interior que el pequeño portaba con mucha destreza aunque pudiese parecer torpe, patoso e incluso ruidoso.


   A simple vista no se notaba nada extraño en el "niño de ön" que así le llamaban pues hablaba entrecortado y se llamaba León. No lo entendían muy bien y se quedó con el nombre de niño de ön.

León sonaba muy bien a veces, pero cuanto más sólo estaba era cuando menos le costaba sonar... Cuando había otras personas animales o cosas alrededor le costaba más. Concentrarse en escucharse, que era gran parte del sonido del pequeño armatoste musical. Y hacerse oír que implicaba también gran sensibilidad por parte de los espectadores. El entorno tenía que tocar los sentimientos de León de alguna forma o sino su corazón no sonaba; dejaba de ser espacial, era como el de cualquier otro niño de su alrededor: MUDO.

       El niño de ön era inocente como si fuese de otro planeta; soñador como un lunático y extraño. Tenía un aspecto desaliñado para los demás seres con los que se topaba; (porque las sirenas y las gentes del mar ya están saladas); conversaba con su mejor amigo mundial el niño espacial. El niño espacial era exactamente muy parecido a León, pero se sentía menos desaliñado, más estilizado y guapo que su amigo y actuaba en consecuencia consiguiendo que los demás los distinguiesen sobre todo por su actitud. Ambos vestían con una pecera en la cabeza a modo de casco de astronauta y por la antena decían que veían las estrellas.


Gracias a sus cascos espaciales León fue aprendiendo a escucharse con más facilidad y a sacarse melodías diferentes del corazón. El otro niño espacial parecía no enterarse de nada de lo de la música del corazón de su amigo neön pero cuando estaba a su lado se sentía bien, como acurrucado por un murmullo de agua o una suave brisilla.

Ambos soñaban juntos que eran tan espaciales que no respiraban en cualquier atmósfera y la terrestre no era la suya por lo que mejor llevaban sus cascos todo el tiempo que podían.






2 comentarios:

Alba Flores Robla dijo...

Tus cuentos son una maravilla. Y tú también, ea.

Virgin dijo...

Gracias gota sin agua de alba flor :..: eres mi desequilibrio de medianoche favorito... Sigue siendo más poesía cada día porfi!