Había una vez en una ciudad encantada, contemporánea, una bruja buena, a veces, para ella y para los demás...
Como toda bruja se dedicaba a recolectar flores para sus pócimas secretas, cuidaba de sus animales, que eran sus familiares de otras vidas, y le daba la espalda al mundo fuera de su guarida embrujada... Como toda bruja buena temía no poder evitar engatusar a los demás con sus brujerías espontáneas... con miedo de modificar el ritmo natural que adoraba pero deseosa de encontrar otros brujos para hacer brujerías más potentes inventó un conjuro para poder diferenciar a los humanos simples de los embrujados como ella...
Para el conjuro sólo necesitaba dos gotas de sangre de los labios de los individuos que quería desenmascarar de su disfraz de humano sin embrujar....
No tardó en encontrar a la primera víctima para su brujería o el primer acusado de brujería oculta como ella lo veía.. Consiguió conocer al posible brujo y lo que parecía más difícil, pero fue lo más fácil; sus dos gotas de sangre....
El conjuro funcionó demasiado bien y comprobó la simpleza humana del que ya no era un posible brujo..
PD;) La bruja fue muy feliz desenmascarando humanos normales con un beso y un bocado... Pronto aprendió a reconocer a las personas normales a simple vista, fue mucho más tarde cuando intentó dejar su adicción a la sangre humana y a los besos furtivos que se la proporcionaban...
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