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domingo, 5 de octubre de 2014

“ハローキティ” HarōKiti

   Yuko era una niña normal. Como todos los niños hablaba con los muñecos pero a diferencia de los demás  pequeños a Yuko no le avergonzaba contarle sus conversaciones con sus amigos de trapo a los mayores.

La mamá de Yuko, que se llamaba como ella, se dedicaba a dibujar juguetes, por ello la pequeña encontraba en ella su mejor aliada para hablar de sus pequeños muñecos.

  Cariñosamente ambas se llamaba Shimuzï; una palabra que habían inventado ellas inspiradas por las palabras españolas ´si mucho' y que se parecían en pronunciación a su apellido japonés.


La pequeña Yuko le contó un día a su mamá que su muñeca nueva no hablaba, era mudita. Normalmente los muñecos nada más llegar tomaban confianza con la pequeña y no paraban de hablar en días. Pero esta; una gata blanca rechoncha con lazo y ojos expresivos no soltaba ni prenda.

Todos los muñecos, hasta los más vergonzosos, acababan riéndose con Yuko y sus tonterías. Por serios o tristes que pareciesen enseguida adquirían el estado espiritual de la niña, de pura niña.
Pero Kity, como llamaron las Shimuzi a la gatita sólo sonreía con los ojos. Parecía hablar con la mirada de lo expresivos que tenía los ojos y a la vez inspiraba el misterio que dan los gatos de las brujas.


A pesar de ser su muñeco menos hablador la pequeña Yuko se hizo inseparable de Kity. La llevaba al colegio, al parque, hacía los deberes junto a ella, la llevaba a clases de español, de gimnasia y por supuesto dormía con ella.
La pequeña Yuko enfermó de la boca y su fiel compañera era siempre la gatita rechoncha. Parecía como si la pequeña Yuko se estuviese convirtiendo en gata de trapo como su amiga. El dolor no la dejaba pronunciar palabras y aprendió a expresarse con las manos y sobre todo con los ojos, como Kity.


 Yuko madre movió cielo y tierra buscando cura para la extraña enfermedad que había secuestrado el habla de la pequeña pero ni los médicos ni los curanderos pudieron ayudarla más que a paliar los dolores de su hija. Yuko madre desesperada abrazaba a la pequeña y a su muñeca de gato cada noche tras contarles un cuento de buenos sueños. Una noche una lágrima cayó sobre la gatita y esta se iluminó. Como por arte de magia los ojos de la muñeca le metieron una idea en la cabeza a Yuko.

La madre se incorporó con sigilo y salió de la habitación cerrando la puerta. Dijo a su marido que iba a dar un paseo y salió. Vivían junto a un bosque, que atravesó, y tras él sobre una colina encrespada estaba la pequeña cabaña que le había metido en las ideas la muñeca. Al llegar a la cima y recuperar el aliento sintió un poco de vértigo más por la situación que por el lugar; que de por sí daba un poco de miedo. No sabía cómo iba a encontrar allí lo que había ido a buscar, pero no era momento de echarse atrás y se decidió a tocar a la puerta de la choza.

Tras unos instantes la puerta se entreabrió y Yuko entró a la estancia naranja. Un gran fuego coloreaba todo y la cegó unos segundos. Al recuperar la visión un hombre viejo con la barba muy larga la invitó a sentarse junto a el, a un lado del fuego. A pesar del aspecto desaliñado del hombre su apariencia en general inspiraba confianza y la madre de Yuko se sintió cómoda por primera vez en mucho tiempo.

El hombre le pidió que le dibujara un muñeco. Ella que llevaba sin pintar desde que su hija enfermó, de repente se sintió llena de inspiración y dibujo un muñeco precioso y divertido. Azul como el cielo y con un bolsillo mágico del que podía sacar cualquier objeto deseable.

El hombre le dijo a Yuko que a cambio de su bondad le iba a conceder lo que más deseaba ella en el mundo. No tenía que contárselo, le dijo. "Cuando vuelva a ser de día amanecerá tu deseo hecho realidad".

Yuko bajó la montaña llena de ilusión, Al llegar a su casa casi no pudo conciliar el sueño pero al fin cayó rendida a las ganas de que llegara el mañana.

A la mañana siguiente la pequeña Yuko la despertó dando saltos en su cama. Hacía muchísimo que no ocurría nada así en su casa. Al abrir del todo los ojos la pequeña, sin dejar de saltar, acercó su cara a la de su mamá y gritó hola! hello! hi! 您好 .... y así en todos los idiomas que se sabía, una y otra vez, sin parar de reír y de saltar. Yuko madre se puso de pie en la cama y comenzó a saltar junto a ella.







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