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viernes, 10 de febrero de 2012

Adicto a vagar


Endorfina llegaba a casa tras una dura jornada de trabajo en el Bingo. Tenía treinta años escasos. Aquella noche iba acompañada de una enorme bolsa de comida que había comprado para la larga noche de videojuegos que seguramente le esperaba junto a uno de sus compañeros en el sofá. Compartía el octavo A del séptimo de alguna calle con nombre de poeta con Jank y Nico.  
Al abrir la puerta la chica no encontró la típica escena de fin de semana que imaginaba. El compañero que solía estar a esas horas durmiendo en alguna fría plaza, Nico, para variar, estaba en casa. Eso sí, pegado con esparadrapo a un sillón desde el pecho hasta los tobillos de forma que no podía moverse. 
Nico con algo más de veinte primaveras subsistía de grafitear edificios por cuenta y riesgo de los propietarios. Su verdadera pasión en la que empleaba la mayoría de su tiempo era actuar en semáforos y plazas como clown, por la voluntad de las sonrisas que encontraba. Su alter- ego era Bruno, y ambos tenían adicción a dormir en la calle. En algún sitio había leído que existía un tipo de Clown Augusto que era vagabundo y se sentía terriblemente atrapado y contento en ese personaje.
Por su parte Jank, de unos treinta y pocos, era el adicto a los videojuegos. Tatuador holandés con bastante éxito en la ciudad dedicaba su tiempo libre a dibujar, diseñar y jugar entre otras artes. 
Nico había pedido a Jank ayuda para superar su adicción a vagabundear y al holandés no se le había ocurrido una solución mejor que atarlo al sofá. Los tres compañeros pasaron la noche en vela buscando otra alternativa a aquella situación pero no la encontraron. La noche al menos no se hizo eterna para Nico y Bruno entre los secretos compartidos que se guardan bajo sonrisas, juegos de payasos y artes plásticas. 













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5 comentarios:

Anónimo dijo...

La imaginación te desborda,pero tratas los personajes con mucha naturalidad.
La convivencia de un payaso, un grafitero y una chica daría para un relato mucho mas amplio, pero entonces no nos dejarías nada a nuestra imaginación

Anónimo dijo...

Muy bueno,

Anónimo dijo...

Me gusta la historia,es original y auténtica un diez virgi

Anónimo dijo...

Que recuerdos más entrañables de Bruno el payaso que no tenía malicia ni sabía fingir....

Anónimo dijo...

No soy aficionado a los microrelatos, pero me gusta que se quede a medias y que uno imagine el resto de la historia.