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viernes, 10 de febrero de 2012

Compañías de función



Los pasos lentos y pesados de Claudine contaban su edad a su llegada a casa. El balanceo de su amplia falda hacía juego con su piel sedosa y arrugada. La actitud bondadosa en el rostro junto a su complexión venida a menos, completaban la sencilla vestimenta, similar a la de cualquier cuerpo que ha resistido más de ochenta primaveras.
Al abrir la puerta de su piso, el octavo A del número séptimo de alguna calle con nombre de poeta, encontró a sus compañeros frente al balcón en lo que parecía una actitud combativa. Sus ojos color miel investigaban toda la escena pero sólo eran capaces de discernir que forcejeaban dos sombras frente al balcón.
La figura más ligera intentaba zafarse de la más robusta. El enclenque era Nico; más conocido como Bruno el payaso. Trataba de evadirse del abrazo de su compañero para preparar el petate e ir a dormir a la calle. Se sentía aún payaso vagabundo. Se creía todavía adicto a dormir al amparo del suelo y el cielo con luna o nubes. Su adicción y su alter- ego cada día estaban más presentes en aquel piso desde que un amigo incómodo le agarraba de la mano. Dentro de su mente malabarista y senil, se sentía la mayoría del tiempo un payaso joven, feliz, sin malicia, pero al caer la noche también recaía sobre él, el peso del recuerdo de su adicción a dormir al raso. Le había costado mucho superarla, hacía mucho tiempo de aquello pero su mente la tenía presente. Nico vivía últimamente más tiempo en aquella época, sólo se asomaba ocasionalmente a la realidad. Se debía sentir cómodo en el personaje de clown solitario y triste porque era la función que siempre quería representar.  
Cuando Claudine llegó al saloncito distinguió con claridad las figuras de Jank y Nicolás, sus compañeros. Jank,  nonagenario de ascendencia holadesa y mirada clara sujetaba a su adversario fortuito empleando todas las fuerzas que le quedaban a sus músculos ancianos. El holandés parecía mucho más joven y ágil de lo que en realidad le permitían los achaques típicos de su edad.
Tras observar como Claudine atravesaba lentamente la estancia y se sentaba en uno de los sillones junto a ellos; Jank empujó suavemente a Nico hacia el sillón más próximo donde calló como un muñeco de trapo. Resultó una artimaña tan eficaz como suave a pesar de haber empleado todo el ímpetu que le permitían sus fuerzas gracias a lo esmirriado que estaba Nico.
El “déjà vú” se sentía latente e inevitable. Hacía tanto tiempo de aquello que parecía perteneciente a otra vida. Por unos instantes Nico había vivido en aquel tiempo remoto que ahora ambos evocaban. Sus cuerpos con 40 años menos, en aquellos pensamientos y sentimientos.
Visiblemente aturdido Nico yacía en el sillón. Desplomado como su consciencia mostraba una respiración agitada. Entrecortaba suspiros que recordaban los de un corazón infantil encogido de congoja.
Claudine acarició su venosa y curtida mano. Giró su cara con dulzura para sonreírle a los ojos aún ausentes. Deslizando sus manos sobre la cara y los hombros sin expresión de Nico intentaba consolarlo hablándole pausadamente al ritmo que le marcaba su aliento cansado.
“Tranquilo Nico,,, Clown,,, payaso... estas en casa. Ya pasó el recuerdo. Sin duda Bruno sigue viviendo en ti y se manifiesta con fuerza.... Ese querido alter -ego tuyo ha resistido a décadas compartiendo tus zapatos. ... Has sido un buen payaso, aún lo sigues siendo aunque te queden pocas funciones... Augusto, extravagante, pícaro, sorprendente y provocador son sólo algunos de los rasgos de payaso que aún hoy muestran en tu cara el perfil de Bruno, a pesar de haber abandonado la pintura y la nariz de plástico... Bruno, te juega malas pasadas, siempre lo ha hecho pero ahora confunde a tu memoria...Además te has hecho amigo de un tal ‘alze’ que te trae de cabeza y te hace vivir en otros momentos aunque con destellos de lucidez... Ya pasó aquel tiempo del clown excéntrico y solitario adicto a dormir en las calles... El clown vagabundo evolucionó y llegó incluso a (Monsieur) ‘Mesie Loyal’ aunque ahora tu demente anciana memoria juegue contigo recordándote aquellos años de los que nos separan algo más de cuatro décadas... Pasaron aquellos años, para ti dorados, cuando perseguías a tus musas por las callejuelas y escuchabas sus historias junto a las estrellas y el rumor del río...”

1 comentario:

Anónimo dijo...

En este relato coinciden los nombres de los personajes y sin embargo la historia es muy diferente.
Aquí se te ha desbordado la ternura por todos lados.
Se nota que tienes una gran predilección por las personas mayores. Me ha encantado