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jueves, 23 de febrero de 2012

Mús- culo

Ámina atravesó el pasillo del autobús. Justo frente a ella el asiento central del gallinero parecía reservando su espacio. Una vez colocada debidamente en su butaca reclinó la cabeza hacia atrás y dirigió su mirada a la amplia panorámica de la luna delantera.


El asiento contiguo lo ocupaba Pablo. Un musculitos visiblemente joven que no dudó en dirigirse a la chica con la excusa de contar que se dirigía a la Facultad, lo que estudiaba, lo que leía y su prometedor futuro.


Bajaron del autobús y se despidieron sin más, pero ambos intuían que aquella historia no acababa allí.


Al abrir la libreta, ya en clase, Ami encontró un teléfono junto a un monigote. Aunque le arrancó una sonrisa furtiva no lo utilizaría. 


No le gustaban los músculos. No el tipo de gimnasio, los de exposición... Aunque no se cerraba a nada, como una amistad, ni tenía ningún prejuicio al respecto creía que los caballeros de los cuentos no iban al gimnasio, al menos no sabía de ninguno.


Le gustaban las formas y los contornos pero le podía su naturaleza práctica. Le gustaban las carnes poco  hechas, casi crudas. Los músculos pesan, incluso cuando se está dormido. Las espaldas anchas pueden abrazar muy fuerte pero es difícil abarcarlas . Estas y otras razones, fundamentalmente físicas hacían que Ami renegara de la materia inabarcable para sus brazos. Por poco funcional. Aunque de indudable belleza las espaldas que están hechas para llevar músculos no pueden llevar mucho más a cuestas.     


Ami pasó el día como cualquier otro. Al llegar a casa después de comer se puso el pijama, como siempre, y se atrincheró frente al ordenador. No debió pasar más de una hora en la trinchera cuando el sonido estrepitoso de una moto alteró su tranquilidad. Lo peor llegó cuando el sonido de la moto se detuvo y unos pasos subieron las escaleras hasta su puerta. El timbre no dejó lugar a dudas. Subió las escaleras y abrió la puerta después de asomarse al espejo para comprobar el estado físico a primera vista.


Era Pablo. Resultó ser el perseverante hijo de un cartero que utilizaba a su antojo direcciones.



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